Todas y todos tenemos derecho a la libre movilidad en las calles.
En Guatemala el derecho que nos permite caminar sintiendo paz y seguridad, siendo mujeres, hombres, niños, niñas, transexuales, homosexuales, lesbianas y otros grupos, ha sido invisibilizado, ignorado y no todas las personas lo disfrutan por igual. En la actualidad, en las calles y espacios públicos las mujeres sentimos miedo a las palabras, a la excesiva atención, a la falta de respeto, al abuso físico y psicológico que otros cometen.
Trabajamos para transformar la realidad por una más justa.
Para estos miedos ignorados, existen personas trabajando. El Observatorio Contra el Acoso Callejero de Guatemala se construye a partir del deseo que la ciudadanía tiene por caminar con tranquilidad por sus calles ya que el espacio público debe ser un lugar seguro sin discriminaciones. Este proyecto nace principalmente con la intención de evidenciar, comunicar, generar crítica y agenda sobre este derecho. También por la necesidad de transformar una cultura que ha normalizado agresiones en la forma de piropos, silbidos, miradas lascivas, manoseos, peticiones sexuales, entre otros; y no considera como agresores a quienes hacen estas prácticas.
Creemos en las capacidades humanas para cambiar y ser mejores.
Hay personas que nos dicen “estoy de acuerdo con ustedes, pero es muy difícil cambiar a la sociedad”, es cierto, la tarea es monumental; sin embargo, hay cosas que sí podemos hacer ahora mismo. Cosas que pueden cambiar este escenario completamente. Para esto es necesario decir basta e iniciar una resistencia para transformarla. Creemos que todas las personas tenemos la capacidad de aprender y cambiar para ser mejores y contribuir a mejores sociedades.
Las calles también son nuestras, son de todas y todos.
Si el espacio es público, entonces nos pertenece a todas y todos. No es posible que la calle sea un lugar de privilegios, un lugar donde un grupo ataca y otro es violentado. No es tolerable que algunos deseen mantener esos privilegios, cuyo precio es menospreciar al resto. Los privilegiados tienen el deber de despertar, razonar sobre el poder que ostentan, y comenzar a respetar a quienes alguna vez fueron sus víctimas. Tenemos el deber de reaccionar y no permitir que nuestros derechos sean transgredidos. No hay una razón real para mantener y reproducir relaciones desiguales que nos dañan como sociedad.
Sabemos que podemos construir mejores sociedades.
Necesitamos decir basta, necesitamos denunciar públicamente cuando sufrimos una agresión o cuando somos testigos de la agresión hacia otra persona. Necesitamos que el acoso sexual callejero sea reconocido como una forma de violencia de género, que existan cambios educativos y culturales potentes para que la sociedad rechace estas conductas. Necesitamos reescribir los códigos culturales que organizan nuestras acciones en las calles. Necesitamos una legislación responsable, con un enfoque sancionatorio y sobre todo preventivo. Necesitamos recuperar la calle para que mujeres y hombres disfruten por igual caminar sin miedo por las calles, a cualquier hora del día y en cualquier circunstancia.
Creemos en las capacidades de las personas para aprender, cambiar y ser mejores para construir sociedades con base en el respeto, la libertad y los derechos.